Había una vez una familia que vivía muy feliz, la cual estaba conformada por la madre llamada Lina, el esposo Armando y la hija Juliana.
En una noche normal, ya se encontraban durmiendo y no se percataron de una fuga de gas, y fue así que entraron en un sueño profundo del cual no regresarían jamás.
Días después una pareja de esposos tomaron el apartamento donde había fallecido aquella familia.
Al día siguiente una pequeña golpeó en la puerta pidiendo un vaso de agua, la Señora Consuelo se lo llevó en seguida, pero cuando regreso la niña ya no estaba. Al otro día regresó la misma pequeña, Consuelo la mando seguir y le preguntó si quería conocer a su esposo Carlos, la niña no respondió, cuando bajaron a la sala la pequeña ya se había marchado de nuevo, Carlos exclamó -¡Consuelo pareciera que estuvieras viendo fantasmas!, deberías visitar al médico- ella le respondió que no estaba loca.
Al otro día Carlos contrató los servicios de un psicólogo para que la atendieran, pero Consuelo se rehusó, así que los psicólogos dijeron que le iban a colaborar con detectivismo y averiguadores. Así que se pusieron en la tarea entre todos de averiguar quién era esa pequeña que visitaba a Consuelo todas las noches.
Al transcurrir varias semanas de investigación fueron a casa de una hermana llamada Lina y le expresaron que una niña de las mismas características de Juliana visitaba a menudo la casa donde vivía antes, y que la pareja que habitaba en ella los había contratado, Lina les dijo que no podía ser posible porque Juliana había fallecido hace mucho tiempo, y que su alma no podía estar en pena porque era una niña muy pequeña.
Así que los psicólogos fueron a avisarles inmediatamente a Consuelo y a Carlos, ellos no lo podían creer, Consuelo le pidió disculpas a Carlos por no haber creído en él.
Después de todo lo sucedido, en la noche fue otra vez Juliana, Consuelo le declaró que ya sabía que era un fantasma, y la pequeña le pidió disculpas a consuelo por no haberle dicho que era un fantasma, y que no volvería a molestarla. Consuelo le dijo que no era ninguna molestia pero que si ella quería podía ir y visitarla cuantas veces quisiera. Juliana se fue y no regresó nunca jamás, Consuelo creía que su alma ya había descansado.